Despedidas divididas | Mayo

Mayo fue un mes de exploración, reflexión y sentidas despedidas: un tiempo en el que nos aventuramos en nuevos lugares, volvimos a visitar viejos favoritos y nos preparamos para despedirnos de Croacia tras 18 meses inolvidables.

Pasamos parte de mayo explorando lugares que aún no habíamos visto, y cada visita nos llenaba de asombro y un toque de nostalgia. Uno de los más destacados fue nuestro viaje a Sinj. La fortaleza -conocida como "Tvrđava Sinj" por los lugareños- ha sido durante mucho tiempo un refugio para los habitantes de Sinj, protegiendo la ciudad de innumerables invasores a través de invasiones turcas, terremotos y ataques bárbaros. En el corazón de la antigua fortaleza se alza la iglesia de San Miguel, con su altar de Santa Bárbara y la imagen milagrosa de Nuestra Señora de la Misericordia. A lo largo de los siglos, el lugar ha sido testigo de reconstrucciones y renovaciones, desde la construcción de la iglesia de Santa María entre 1699 y 1712, hasta la estructura de 1887 que marca la celebración del bicentenario de la llegada del pueblo de Cetinje desde Rama. En 2008, se erigió una estatua de bronce de Nuestra Señora de Sinj, testimonio de una fe y una resistencia duraderas.

No lejos del castillo, seguimos el Vía Crucis, un sendero contemplativo que serpentea por la colina, cada paso un recordatorio de la rica herencia espiritual de la ciudad. El viaje nos pareció solemne y edificante a la vez.

En contraste con la gravedad histórica de Sinj, nuestro paseo por el paseo marítimo de Stobreč fue ligero y juguetón. La suave brisa marina y las tranquilas calles de una ciudad fuera de temporada crearon un cálido telón de fondo para ese paseo. 

Eran los días en que nos tomábamos tiempo para despedirnos de nuestros locales favoritos, esos pequeños lugares que se habían convertido en nuestro segundo hogar durante el último año y medio.

Mayo también fue tiempo de despedidas. Visitamos a amigos queridos, tanto humanos como de cuatro patas, saboreando cada última risa, cada té compartido, cada abrazo. Fue un periodo agridulce, cuando terminamos de empaquetar nuestra vida en Croacia. Cada caja que empaquetábamos y cada rostro familiar que veíamos nos recordaban que, aunque nos marchábamos, los recuerdos permanecerían siempre cerca de nuestros corazones.

Nuestra partida marca el comienzo de un emocionante, aunque largo, viaje de regreso a EEUU. Durante los dos meses siguientes, atravesamos Europa en coche, pasando por Zagreb, Salzburgo, Kirchheim unter Teck, Luxemburgo, Bruselas, Calais y luego Southampton. Luego, una semana a bordo del majestuoso Queen Mary II nos llevó a través del Atlántico, antes de una reunión en julio con la familia en Kentucky. Finalmente, nos instalamos en Providence (Rhode Island), un nuevo capítulo que resulta tan emocionante como un poco melancólico dejar atrás la vida que construimos en Europa.

Además de nuestras despedidas en Croacia, apreciamos las visitas a otros lugares memorables a lo largo del camino. Incluso conseguimos hacernos un hueco para visitar Italia y pasar una semana en la encantadora isla de Hvar. Cada destino añadió un hilo único al tapiz de nuestros viajes.

Al mirar atrás en mayo, mi corazón está lleno. Hay una suave tristeza al dejar atrás las calles y rostros familiares de Croacia, pero también una profunda gratitud por las experiencias, amistades y momentos de asombro que hemos tenido la suerte de compartir. Ya sea deambulando por antiguas fortalezas o despidiéndonos de un café favorito, cada paso nos ha acercado más a la comprensión de la belleza de la impermanencia, y a la promesa de que siempre aguardan nuevas aventuras.

Por los recuerdos que dejamos atrás y por los nuevos viajes que nos esperan.

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